viernes, 26 de enero de 2007

Wicked game

A Lulú, a Roger y a mí nos gusta mucho el patinaje en línea (me refiero a usar patines en línea, no a patinar uno detrás de otro). Es el deporte más parecido a no hacer nada que existe. Por eso, el otro día decidimos rascarnos un poco los bolsillos y entrar en la nueva pista de patinaje sobre hielo que acaban de abrir en mi pueblo. Sí, habéis oído bien: ahora tenemos una pista de hielo en el pueblo. Supongo que es lo que tocaba después del teleférico y el pingüinario.

También vino con nosotros mi primo (al que llamaré “Miprimo”, a partir de ahora) y un amigo suyo (al que no pienso poner nombre). Nos lo pasamos muy bien, aunque sigo opinando que los patines deberían sujetarse de forma externa al pie, en lugar de llevar clavos por dentro. ¿Cómo decís? ¿Que los patines no llevan clavos por dentro? Vale, quizá no acerté completamente con la talla.

Hubo suerte porque no nos caímos ni nada... Bueno, Roger sí se cayó, pero se lo buscó él solito. Dejémoslo en que “los que no íbamos haciendo el burro, y circulábamos en el mismo sentido que el resto de la gente, no nos caímos ni nada”. Nos hicimos unas fotos en las que estábamos guapísimos -en su acepción de “ridículos”- y estrechamos un poco nuestros lazos afectivos, como vulgares monos en el ritual del despioje. Además, descubrí que Lulú también es preciosa en un entorno congelado (y esto es importante, porque nadie sabe lo que nos deparará el cambio climático).

Al salir, Miprimo y su amigo nos invitaron a echar una partida a un nuevo juego de mesa, que acababan de descubrir. Yo no quería ir, pero llevaba tanto tiempo girando hacia la izquierda en la pista de hielo que -cuando llegó el momento de torcer a la derecha para volver a mi casa- me equivoqué y me fui con ellos.

Y eh aquí el tema de este post: ¿qué clase de malvada criatura, mitad examinador de autoescuela, mitad profesor universitario, se dedica a inventar los juegos de mesa modernos? El libro de instrucciones era tan gordo que ni siquiera servía para calzar el tablero (la principal utilidad de las instrucciones en mi época). No veía un tocho semejante desde el libro secreto de los gnomos.

Intentaré describiros, más o menos, cómo es el juego de Miprimo: cada turno consta de cinco rondas diferentes, cada ronda de tres fases, y cada fase de tres pasos. En una ronda eliges profesión, en otra siembras o contratas colonos, en otra construyes fábricas y desplazas a los colonos, o explotas la mina, o comercias con el índigo, o botas un barco para Babilonia... claro, que solo podrás hacerlo si tus fichas de victoria suman un número impar y si todos los productos colocados sobre la carta de intercambio tienen colores diferentes... y no olvides que cada ronda es distinta según seas el pirata caribeño, el marinero británico, el comerciante portugués o la madre que los parió a todos.

Resulta que los juegos ya no son tal cosa, sino una especie de test de inteligencia malintencionados, diseñados para dejarte mal delante de tus amigos. ¿Qué fue del “de oca a oca y tiro por que me toca”? ¿Acaso no es suficiente complejidad para una tarde de domingo? Ahora, te ven jugando al parchís y te miran como si fueras medio tonto.

El otro día nos reunimos en casa de Lulú y mi amigo Haddock nos propuso jugar a un nuevo juego que se había comprado por Internet. Me eché a temblar, pero me tranquilicé al verle sacar un pequeño mazo de cartas. “Solo es una baraja, no será grave” pensé.

Me equivocaba: ¡cada una de las cartas llevaba sus propias instrucciones! ¡Y además en italiano! ¿Por qué cada carta llevaba unas reglas diferentes? ¿Qué injusticia era ésta? En mi época, todas las cartas jugaban en igualdad de condiciones.

-¡Te echo un bang invencible! ¡Estás muerto!
-No, porque en mi crash, dice que detiene al bang, al bang invencible y al pum retroactivo, así que te aplico mi carta zump y te doy una patada en tu cu.

La hermana de Lulú, que jugaba a mi izquierda, me tocó un poco el hombro mientras los demás discutían en la otra punta de la mesa.

-¿Por qué antes me han dicho que no puedo disparar a Maya, aunque tenga una carta con la pistolita dibujada? -me preguntó por lo bajo. Su mirada reflejaba una angustia indecible. Solo pude encogerme de hombros y compartir su sufrimiento.

Al terminar la partida alguien sacó una game boy y gritó: "¡vamos a jugar al Brain Training para que nos diga cual es nuestra edad mental!"

No hacía falta, yo sé cual es nuestra edad mental: la edad del masoquismo.

(Porcentaje de realidad: 95%)

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando quieras nos echamos un parchis que lo echo de menos
(y encima soy muy pero que muy buena)

Saludos estudiantiles (y gracias ^^)

Anónimo dijo...

¡Qué razón tienes!
Antes te ponías a jugar al cluedo y te entraban ganas, era una cosa sencilla y divertida. Pero ahora ves un libro semejante al quijote - que son las instrucciones - Y para jugar necesitas una semana de entrenamiento.
Nos querrán hacer más listos, pero esque a nuestra generación ya no se la puede cambiar...

Los niños de hoy en día serán todos superdotados en el futuro...

Pd: Cuando patino sobre hielo me duele el culo... ;)

Anónimo dijo...

Yo solo patiné una vez (puedo dar un cursillo acelerado sobre como pasar de querer ser patinadora artística a patinar sobre hielo una vez en tu vida). Pero fue genial ^^

motagirl2 dijo...

a mi me encanta patinar pero en modo ruedas.
y si!! los juegos de cartas "raros" (tipo Magic y cosas de estas) son.... buf, para sadomasos. Yo intenté una vez aprender a jugar a Magic, y despues de toda la tarde lo di por caso perdido...

Porcierto, la primera frase me ha matado xD

saludos =^_^=

Anónimo dijo...

Somos frikis, reconócelo. En el fondo el juego te gustó y lo sabes (aunque yo creo que fue porque mi amigo ya se sabía las normas y no tubimos que leernoslas, que si no no veas que follón).

P.D. Mierda de exámenes.

Anónimo dijo...

Seguro que la próxima vez te gusta más...es como el queso (esto no va por ti, Miprimo) que cuando lo pruebas no gusta pero cada vez te mola más cuanto más peste eche! o por lo menos eso me pasa a mi...oh,oh!a lo mejor...soy masoquista!!
Mucus

Arioch dijo...

¡Qué alegría ver que has retomado el blog! Aunque noto que eso fue ya hace bastante tiempo. Es igual, ya me he puesto al día.

En mi experiencia, los juegos de mesa modernos se dividen en dos: aquellos en los que te tienes que empollar la guía telefónica para jugar y aquellos en los que lo que prima para ganar es ser el más cabrón. Ni que decir tiene que estos últimos tienen más tirón.

El último que jugué, era también con una baraja (Ligretto se llamaba, si no recuerdo mal), también era importado, pero en este caso el manual venía en varios idiomas incluido el español. Y ¡sorpresa!, las instrucciones no ocupaban más que una cuarta parte de una hoja normal.

Muy entretenido, pero no tanto como tu blog. ;)

Anónimo dijo...

Roger es como un ActionMan..."el héroe más grande de todos los tiempos"!!!!

alberdigital dijo...

Está bien, he sido malo: Miprimo tiene razón, me lo pasé bien después de todo. Es solo que necesitaba renegar de mi frikismo. No estoy orgulloso.

chú, ahora que lo pienso, el parchís también tiene su miga... ¡Mira que poner cuatro fichas a la vez! Mmmm... creo que me estoy pasando.

aracne, ¿otra vez hablando de culos en mis comentarios? ¿Te parece bonito? Aunque, ahora que lo pienso, me estáis subiendo las visitas desde google. ¡Adelante!

mota, siento haberte matado :P, no fue a propósito.

Uy, Mucus, ¡qué asco! Espero que no te de por echarle queso maloliente a los garbanzos en tu próxima remesa de mucus fresco. (Y la partida fue divertida. Cruel, pero muy divertida.)

r. marmol, después de repasar tu blog sigo intrigado por saber quién eres. En cualquier caso, muchas gracias por tu interés. Se agradece especialmente cuando viniene de un colega.

Y, una cosa más... ¿ActionMan? Esto de los comentarios cada día me resulta más surrealista.

Pola dijo...

¿pirata caribeño, marinero británico, comerciante portugués????
Impresionante. ¿Llegasteis a jugar o se os pasaron las horas leyendo las instrucciones? (es lo que suele pasar con este tipo de juegos)

Este fin de semana nosotros nos tuvimos que ver las caras con un juego llamado "situación límite" (desde ahora bautizado como "hay que ser gilipollas") que, mira por donde, ahora que lo pienso, quizá merezca un post (Sí, soy una maldita copiona, lo sé)