domingo, 17 de agosto de 2008

Carta de ajuste

Este blog queda oficialmente concluido. La inspiración se me ha escapado hacia otros derroteros. Estoy seguro de que volveré a escribir un blog, pero no sé cuándo. Agradezco su fidelidad a todos aquellos que han seguido las aventuras del malvado ventrílocuo de Saint Olaf: saber que estabais ahí ha sido mucho más estimulante y halagador de lo que podría expresar con una frase empalagosa en el último post de un blog.

Mis disculpas por haber tardado tanto en publicar esta despedida: nunca he sido capaz de tirar a la basura los juguetes viejos.

Si alguien necesita algo, estaré encantado de recibir y contestar los correos que lleguen a la dirección que aparece en mi perfil.

Un abrazo.

(Porcentaje de realidad: 100%)

lunes, 3 de marzo de 2008

El chiste de los spaghetti

El sábado pasado estuve dando una vuelta rupestre por los Montes de Málaga con mis amigos. El campo es el único sitio aburrido en el que me encanta estar. Es como si el aburrimiento rural fuera menos aburrimiento, como si tuviera menos grados o fuera un aburrimiento light.

En cualquier caso, el sábado no me aburrí mucho porque se presentó una oportunidad inesperada: encontramos una víctima inocente para sacrificar ante el Dios de los chistes, también conocido como "el-chiste-de-los-spaghetti" o, como le llaman algunos, "el-chiste-de-los-spaghetti-otra-vez-no-por-lo-que-más-quieras".

La historia del dios de los chistes es larga, y da por lo menos para ocho o diez testamentos. Yo, como simple acólito de la doctrina, desconozco sus orígenes. Probablemente ni siquiera existan tales orígenes y el chiste de los spaghetti exista desde siempre. En cualquier caso sé que, si el chiste-de-los-spaghetti es el señor de todos los chistes, mi amiga Maya es su profeta, y fue a través de ella que el chiste fue revelado allá por el año 2004 (o, según el calendario chistespaghettiano, el año cero de nuestra era).

Los principios básicos de la doctrina se recopilan en una serie de misterios, cuya contradicción intrínseca demuestra sin lugar a dudas su origen divino:

  • El chiste de los spaghetti siempre le hace más gracia al que lo cuenta que al que lo escucha.
  • Si explicar un chiste es matarlo, entonces el chiste de los spaghetti es inmortal.
  • El chiste de los spaghetti es más gracioso cuanta más gente lo cuente al mismo tiempo.
  • El chiste de los spaghetti solo existe en español, y no es gracioso en ningún otro idioma (lo cual ha sido comprobado científicamente), a pesar de que no contiene juegos de palabras, ni ningún otro quiebro intraducible.
  • Casi un 40% de las palabras que forman el chiste de los spaghetti, son precisamente la palabra "spaghetti".
Por desgracia, existe un misterio final, uno que atenta contra la propia supervivencia de la doctrina: el chiste de los spaghetti no puede ser escrito. Y no me refiero a que esté prohibido, o que pierda la gracia: estoy hablando de que no existe forma física de hacerlo.

O quizá sí...

(Porcentaje de realidad: 85%)

domingo, 10 de febrero de 2008

La especialidad de Sebastián

Sebastián L. Márquez estaba convencido de ser especial. No sabía cómo ni por qué, ni tenía habilidades fuera de lo normal que le dieran un indicio, pero albergaba la certeza de que grandes cosas le estaban reservadas. Lo cierto es que el chico no tenía un plan para triunfar -no lo estaba buscando-, no escribía novelas, no tenía oído para la música, ojo para la pintura ni gusto para la ropa. Solo sabía usar el ordenador para ver los e-mails, y no tenía la menor idea de política. En el fútbol del recreo lo escogían el último y le ponían de portero. No se lavaba los dientes porque le daba pereza, se le colaban faltas de ortografía, tartamudeaba y llevaba camisetas con el dibujo cuarteado. Nadie habría apostado un chelín por el pobre Sebastián (ni siquiera los que saben cuánto es un chelín). La gente solía tomarle el pelo diciéndole: "¿Sebastián, ya te comiste el mundo?"... Pero el se hacía el sordo y conservaba su fe.

Y de pronto un día, contra todo pronóstico, ocurrió:

Sebastián se dio cuenta de que estaba equivocado.

Por suerte, fue el mismo día que una chica le metió la lengua en la boca por primera vez, y la tremenda decepción de comprender que su futuro, después de todo, sería vulgar le pareció una chorrada de lo más insignificante.

(Porcentaje de realidad: 50%)