sábado, 13 de enero de 2007

Jackie

Lulú tiene tres gatos en casa, o al menos eso dice: yo solo conozco a dos; al tercero nunca lo he visto, ni siquiera tengo pruebas de que realmente sea un gato. Su nombre es Jackie.

Poco después de conocernos, Lulú me contó su historia:

-Jackie era muy bueno y muy cariñoso -me explicó-, hasta que mi padre lo llevó a esterilizar y a que le quitaran las uñas. Le operó un veterinario joven, con la voz muy ronca, y malos modales. No sabemos qué le hizo, pero debió de ser una carnicería. Desde entonces se volvió muy agresivo. Al final conseguimos que tolerase a los de casa, pero a la gente de fuera... es mejor que no te acerques.

-Quizá si nos vamos conociendo poco a poco... -propuse yo.

-Jackie es muy celoso, no le gustan mis amigos, y tú tienes la voz demasiado ronca -dijo Lulú-. Nunca aceptará a nadie con esa voz.

Así que Jackie se convirtió -para mí- en un espíritu, un gruñido en la habitación de al lado, un ojo brillante escrutándome desde una rendija de la cortina.

Mi relación con Jackie no ha cambiado mucho desde entonces. Cuando voy a casa de Lulú, ella lo encierra en alguna parte, y no lo suelta hasta que me marcho. De vez en cuando, alguien lo libera por error mientras yo aún estoy por allí. Entonces oigo un grito en el pasillo, una voz que exclama: "¡Cuidado, Jackie está suelto, Jackie está suelto!". Lulú sale despavorida, me encierra en la habitación y, desde el otro lado de la puerta, me ruega:

-¡Por favor, no salgas, por lo que más quieras!

Lo que más quiero es a ella, así que le hago caso. Aunque no es el único motivo por el que me quedo escondido: confieso que la palabra "Jackie" me acelera el pulso. Ha dejado de ser el nombre de un gato, y se ha convertido en el de un terror difuso que acecha en el pasillo, agazapado entre las sombras -muy cerca- donde no puedo verlo... Creía que el monstruo que me atormentaba desde el armario de mi dormitorio se había ido para siempre cuando cumplí los nueve años, pero no es así. Ha vuelto y tiene nombre propio.

Algún día me gustaría verlo, cara a cara. Siento que ese bicho y yo somos parecidos, después de todo. Los dos somos malhumorados y egoistas, nos gusta estar tumbados, quedarnos en casa, dormir en el sofá y que no nos molesten; los dos nos odiamos mutuamente; y los dos queremos a la misma mujer.

La otra noche, Lulú y yo dormitábamos en su salón, viendo una película. De pronto oí una tos en el pasillo, y el sonido crepitante de un ronroneo. Cerré los ojos y me arrebujé entre los cojines. Escuché como el ronroneo arañaba la puerta cerrada, con sus patitas sin uñas. Entonces decidí acercarme. Dejé cuidadosamente a Lulú dormida en el sofá y me coloqué junto a la puerta, que es de cristal traslúcido. Pude ver una silueta borrosa contoneándose al otro lado. Él me olfateó y gruñó.

"Hola, Jackie", contesté yo.

Sentí todo su rencor detrás del cristal, ese rencor que crece cada vez que mi olor invade su hogar y a él lo encierran a oscuras durante horas. Pero no, no podía permitirme ser compasivo. "Esto es una guerra por el poder, amigo mío y voy a ganarla" le dije con el pensamiento. "Al fin y al cabo tú solo eres un gato castrado y yo, su novio".

Lulú se despertó en ese momento:

-¡Ay, no le chinches, que se pone muy nervioso! -exclamó.

Lulú me apartó a un lado, abrió unos centímetros la puerta y salió del salón. Percibí fugazmente una cola sedosa que se balanceaba con sigilo. Por el cristal empañado pude ver como Lulú cogía una mancha oscura del suelo y la abrazaba contra su pecho, susurrando:

-Jackie, Jackie ¿Qué pasa, mi niño? ¿Tienes sueño?

Lulú volvió a abrir unos milímetros y me dijo a través del resquicio:

-Ya es muy tarde, será mejor que nos vayamos a dormir. Y el pobre Jackie también necesita acostarse. Se ha puesto malo estos días, no hace más que toser. Creo que me lo llevaré a mi dormitorio.

Gruñí.

-¿Y por dónde salgo yo? -pregunté.

-Espera a que nos hayamos metido en la habitación.

Vi su sombra desaparecer, y aguardé hasta escuchar la puerta cerrarse. Después, salí de la casa intentando no hacer ruido. Estaba oscuro y hacía frío. Vi la luz apagarse en la ventana del dormitorio de Lulú. Me abroché el abrigo hasta arriba y eché a andar hacia el coche.

(Porcentaje de realidad: 90%)

P.D.
¿Alguien sabe cuántos años vive un gato?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Que suerte tiene Lulú de que la quieras tanto (suerte porque parece que la quieres MUCHO y suerte porque pareces buen chico).

Respecto al gato...si lo cuidan bien pueden durar...12 añitos perfectamente :D

Paciencia...!

fernan dijo...

Si hubieras mirado hacia atrás, habrías visto como el maldito felino te hacía un corte de mangas desde la ventana del dormitorio de Lulú.

Y, te lo digo como amigo, yo no subestimaría la competencia de un gato nenuco. Ese pelo tan suave, esa voz tan fina...

Anónimo dijo...

Más... 20 años. :P
Un gato vive 20 años o una media de 15, espero que las próximas batallas las ganes, porque por ahora vais 1 a 0 :P

Pola dijo...

yo... no es por alarmar y que me perdone Lulú, pero siempre he oído que las personas que tienen más de dos gatos están como cabras
(aunque es posible que sea un bulo de esos que se inventaron los fanáticos de los perros)

alberdigital dijo...

¡20 años! Prefiero creer en los 12 de chú, y no pienso buscar en Internet, no vaya a ser que aracne tenga razón.

Fernan, gracias por el consejo, nunca subestimaría a ese gato, ya me ha demostrado sobradamente sus dotes para la guerra.

Y, pola: no creo que Lulú te perdone :P

Anónimo dijo...

No se si será verdad que los que tienen más de dos gatos estamos como cabras, porque muy normal tampoco estoy; mira! podría ser una solución! hoy mataré a uno de ellos, pero lo siento por el malvado ventrilocuo, no será a jackie.

Lo que si he escuchado es que hay un estudio que dice que las personas que viven con gatos tienen una esperanza de vida más larga: !La mía sera el triple de larga! ;)

Anónimo dijo...

Esto es cuestión de pelotas, tu las tienes y el no. ASÍ QUE DEMUÉSTRALO!!!!!!!