domingo, 4 de marzo de 2007

Madrid

El día 28, unos cuantos amigos fuimos a Madrid para ver el musical "hoy no me puedo levantar". En realidad, ver el musical no era mi plan inicial. Yo había previsto dedicar las vacaciones a una equilibrada combinación de siestas y pasión desenfrenada, aderezada con el toque romántico de una capital europea. Al final, Lulú y yo acabamos yendo al musical y haciendo turismo a la japonesa, y la verdad es que me lo pasé muy bien.

Nunca había visto un musical, y no me llamó mucho la atención. Supongo que se me encendió el gen protestón, que es un gen que llevamos todos los castellanos y que se activa cuando hay que bailar o cantar. Por otra parte, me pareció que el argumento era aburridillo y las canciones traídas por los pelos, y eché mucho de menos a Ana Torroja. Eso sí, los actores lo hacían de maravilla.

Pero la actuación que más me impactó no fue la que transcurría en el escenario. Estábamos en pleno escenón dramático, con el corazón sobrecogido, cuando sonó a todo volumen el teléfono móvil de la mujer que se sentaba detrás de mí. Me pareció que el actor protagonista -que estaba soltando su monólogo en ese momento- daba un respingo. El acomodador subió corriendo y echó una "bronca / consejo de guerra" a la mujer, al tiempo que le apuntaba la linterna a la cara con intención de derretírsela. Pero se ve que la mujer era de poco escrúpulo, porque dejó el móvil encendido y volvió a sonarle en la siguiente escena clave (también tenía puntería la tía). Entonces fue cuando se produjo el instante realmente sobrecogedor de la obra. Mi vecino de butaca se irguió fuera de si, miró a la mujer con los ojos encendidos y exclamó:

-¡Apaga ese p##o móvil!

El dramatismo de la escena, la rabia desencadenada por el sonido del teléfono, y aquellas poderosas palabras que rompían brutalmente el silencio del teatro, confluyeron en un solo instante. Se me sobrecogió el corazón. Sentí vergüenza, miedo, tristeza y pena, todo al mismo tiempo. Cuando, al final del musical, todo el mundo se levantó para aplaudir a los actores, yo me di la vuelta y aplaudí a mis dos vecinos.

Por lo demás, el viaje ha sido genial. Desayuno con churros y chocolate en Sol, café en el Starbucks, una foto en los leones del congreso y mucho, mucho metro. Vimos la exposición de Escher (me encanta ese tío), conocimos a algunas personas nuevas, sufrimos las obras por todas partes (¡en un restaurante había polvo de cemento en los cubiertos!), caminamos hasta destrozarnos los pies... Vivimos Madrid.

A la vuelta, casi perdemos el autobús. Llegamos a la Estación Sur en el último minuto, después de pasar a la carrera por la mitad de los metros de la ciudad. Cuando por fin logramos acomodarnos, el autobús arrancó y apagaron las luces. Lulú, me agarró la mano y no me soltó hasta que llegamos casa.

Por desgracia, mi salud no tuvo un viaje tan bueno como yo. En Madrid, sufrí tantos cambios de frío a calor que creí haberme enamorado de la ciudad. Luego resultó que solo era una cuestión de calefacciones mal reguladas, y mi gripe a medio curar aprovechó para regenerarse. Espero sobrevivir para el próximo post.

(Porcentaje de realidad: 97%)

6 comentarios:

motagirl2 dijo...

joooo yo tmbien quiero ver la exposicion de Escher T_T

reuben dijo...

Pobre mujer, quería participar... No me extrañaría que algún actor baje del escenario o de la pantalla y estrangule a alguien.

Anónimo dijo...

Escher.
Eres un chico con suerte.
A ese hombre lo he dado yo en clase de percepción, en el primer curso.
Buá.
En Madrid hay de todo.
Lastima que no me guste la ciudad en sí.

PD: que señora más maleducada, luego dicen de los jóvenes.

Waiting for Godot dijo...

¨Supongo que se me encendió el gen protestón, que es un gen que llevamos todos los castellanos y que se activa cuando hay que bailar o cantar¨ Qué cierto!!!! A mi Madrid me encanta, besos!!!

Arioch dijo...

Jo, qué envidia. Por lo de Escher más que nada. :P

Bueno y quizás por lo del viaje a Madrid que hará unos años que no voy. Bueno, de hecho sólo habré ido un par de veces; pero me he quedado con ganas de volver al menos un par más.

En cuanto a lo de la señora del móvil mejor no hablo. Porque si no me ibas a censurar lo mismo que has hecho con ese educado señor.

Y si no estaba censurado algún día me tienes que explicar cómo se pronuncia la almohadilla que creo que ese día no fui a clase. :P

alberdigital dijo...

Vaya, parece que lo que más le mola a todo el mundo es lo de Escher. Así que, haciendo honor a la justicia, tengo que reconocer que fue idea de Roger, y que él se encargo de descubrirlo y localizarlo. Que si no me pega.