martes, 8 de mayo de 2007

¿Tú sabes como se llama salchicha en España?

Ya sé lo que quiero ser de mayor. De pequeño quería ser granjero, hasta que me enteré de para qué se alimentaba a los animales en las granjas. Por entonces pensaba que las granjas eran una especie de parque de atracciones para cerditos. Cuando descubrí que en realidad se parecían más a campos de concentración, me replanteé mis opciones y decidí que quería ser veterinario. ¡Alguien que curaba a los animales no podía ser malo! Entonces me explicaron que los veterinarios se dedican a ir a las granjas para dar el visto bueno a la ejecución de los cerditos. Ser el cómplice de guante blanco en semejante barbarie tampoco era lo que yo había soñado. Poco después, a alguien se le escapó que Santa Klaus eran los padres, y mi comprensión del verdadero funcionamiento del mundo se hizo total. Había descubierto la realidad: que no hay cuchara y que, aunque la hubiera, seguramente alguien la usaría para matar cerditos. Dejé de escribir a Santa Klaus y juré no comer nunca carne de cerdo (me limitaría a los choco-crispies y a las salchichas Oscar Mayer que, como todo el mundo sabía, crecían en las baldas de los supermercados).

Al mismo tiempo, desapareció de mi mente todo indicio de ambición: de mayor no quería ser nada. El trabajo por el que yo sentía vocación (jefe de un parque de atracciones para cerditos) no existía, así que cualquier otro trabajo sería una segunda opción, sin ningún interés. Con esta indiferencia existencial llegué hasta la edad adulta. O, mejor dicho: hasta el domingo pasado.

Mi amiga Maya es medio alemana (bueno, solo es medio alemana en los gustos gastronómicos; para todo lo demás es solo un 15% alemana, según ella). Por eso, el domingo se le ocurrió llevarnos a un bar de alemanes, en el que ponen la mejor salchicha con chucrut (sauerkraut, para los puristas) de la zona. Puesto que la salchicha no es incompatible con mis creencias alimenticias, me pareció una idea estupenda.

Cuando llegamos, descubrimos que éramos los únicos españoles. Mejor: la inmersión cultural sería más auténtica. Nada más sentarnos, apareció el dueño del bar. En realidad, noté que se nos había acercado porque su sombra, proyectada sobre la mesa, nos había sumido en una inquietante semipenumbra. Extrañado, giré la cabeza y me encontré su inmensa figura. Era un alemán enorme, alto y gordo, curtido, rubicundo y con la piel de color rojo brillante, por tanta cerveza. Acojonaba un poco, para entendernos. Le pedimos las bebidas y él tomó nota muy educadamente. Ya se marchaba cuando Maya le preguntó por las salchichas. En ese momento su rostro se iluminó (más todavía):

-¡Querrrréis salchichaaags! ¡Tengo salchichaaags muy buenas, traigo de AAAlemania, aquí no poderrrrr compraharrr!

En ese momento, viendo su sonrisa y escuchando las voces de felicidad que pegaba, comprendí que la mejor forma de hacerse amigo de un alemán es pedirle una salchicha. El hombre vino con nuestras raciones, y dejó un tubo de mostaza en la mesa. Sí, habéis oído bien: la mostaza venía en un tubo de metal, como los que antes se usaban para la pasta de dientes. A mí aquello me pareció poco menos que una reliquia del otro lado del telón de acero.

-¡Aquí téeeeneis mogssstaza! -exclamó, como si nos estuviera haciendo partícipes de un misterioso honor ancestral.
Hay que reconocer que estaba todo buenísimo. Sin embargo, la mostaza de verdad no es apta para paladares desacostumbrados: sabe a pintura plástica. Es así, es un hecho objetivo. Ya sé que hay mucha gente a la que le parece deliciosa (A Lulú, por ejemplo)... en fin, a algunos les gusta esnifar pegamento y a otros comer pintura, no hay nada de que avergonzarse. Maya debía de opinar como yo, porque levantó el dedo y llamó al jefe.

-Perdone, ¿tienen mostaza dulce?

Repentinamente, el entrecejo del alemán se arrugó y las venas de la frente se le inflamaron:

-¡Mostaza dulce serrr parrrrra marrricones del surrrr! -gritó.

Nos quedamos atónitos. Se refería al sur de Alemania, pero Maya se enfureció igualmente:

-Oiga, ¡que mi madre es del sur de Alemania!

-Bueno -repuso el jefe-: ¡nadie es perrrrfecto!

Desde ese momento, la comida se convirtió en un show. Cada cinco minutos, el alemán se nos acercaba, decía alguna burrada y se marchaba entre risotadas. Cuando se dirigía a una chica la llamaba “rubia” (aunque ninguna lo era). A mi amigo Casimiro y a mí, nos ponía la mano en el hombro, y parecía que nos hubieran echado encima un trono de Semana Santa. En una de las ocasiones se me acercó y me preguntó:

-¿Tú sabes cómo se llama salchicha en España?

Me encogí de hombros, pensando que debía de tratarse de una pregunta trampa. Entonces, el alemán enseñó todos los dientes y exclamó:

-¡En Alegggmania salchicha se llama “Sueño de mujjjjerrr”!

De la risa que me dio, escupí un trozo de chucrut en la mesa (nos habían puesto tres posavasos por cabeza, pero no acerté en ninguno). Al jefe le gustó mi amable gesto de apreciación hacia su sentido del humor, y me dio una palmada en el hombro que casi me descalabra. Lulú, a mi lado, se moría de risa.

Como os iba diciendo, lo tengo decidido: Yo de mayor quiero ser alemán.

(Porcentaje de realidad: 98%)

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Me he reído mucho. Yo de mayor quiero ser ventrílocuo.

New Newyorker dijo...

Pues yo de mayor quiero ser salchicha ^^

D.Littlesand dijo...

Joder,que envidia, no por lo de ser alemán, si no porque yo estaba estudiando como un tonto para el examen del lunes, y me lo perdí todo. Aargggg!!!!

Unknown dijo...

jejeje, seguro que os lo pasásteis genial. Las salchichas alemanas están mortales de ricas y mientras sigas siendo Europeo...jeje Alemania es una buena elección.

Waiting for Godot dijo...

Aja, ando lenta. Pero entendí!!!! :)

Pola dijo...

pues yo no lo entendí!! malditos lunes!!! (ah no que es martes)

Eso sí, viva la gastronomía alemana, el chucrut, el codillo, el ampelstrudel y la madre que los parió. Ah! y la cerveza, claro ^^ que yo este año pienso ir al sur (si me oyera tu alemán!!) al oktoberfest ése

Anónimo dijo...

oye, este relato si que lo tiene que poner con esa vocecita que hiciste, por favor, que tiene que ser para morirse escucharte en pseudoalemanespañol.

Anónimo dijo...

Que grande xD Me imagino a tí escupiendo esa cosa xD y al gran hombre blanco detrás xd

:_)

PD: esta vez si estoy de acuerdo con ozymandias (pero ya no más eh!)

Anónimo dijo...

¿Adónde fuisteis? ¿No sería el Onkel Willi que hay en Playamar? El dueño es igual de estrafalario, creo, y tiene el local lleno de fotos suyas con gente... A mí, cada vez que voy me dice que se nota que soy la que mando... :X

alberdigital dijo...

pansequito: je, je, muchas gracias. Al menos alguien quiere ser como yo de mayor (mis futuros hijos seguro que preferirán parecerse a alguno de esos rockeros sinvergüenzas uhm, uhm)

el rubio alto de los pelos: pues sigue así, que vas por buen camino :P

d. littlesand: :) se te echó de menos, sí.

el angel de las mil violetas: sí, también había pensado en hacerme siciliano, pero he leído que tienen una esperanza de vida muy corta.

waiting for godot: je, je, es buena señal que tardes en pillarlo, significa que piensas con la parte del cuerpo adecuada (y no como otros)

pola: ¿cómo que no? ¡Salchicha alemana! ¡Son salchichas muy grandes! ¡Sueño de mujer! (¿a ver si va a ser verdad que el tamaño no importa?)

ozymandias: je, je, je. Uy, lo siento, me sale absolutamente de pena. Estoy seguro de que os partiríais de risa, pero tengo una vergüenza que conservar.

chú: sí, la verdad es que fue una imagen como para enmarcarla (aunque no me suene del todo bien eso de "el gran hombre blanco detrás")

intrusa: es uno de playamar, pero no es ese. Aunque no estaría mal meter al tuyo y al mío en un ring para que se enfrentasen como en "celebrity death match". (Apuesto tres salchichas al mío.)

Anónimo dijo...

Lo has "clavao" de verrrrdad que fue inolvidable. un día llevo a mi madre para que tengan un duelo, cara a cara! aunque mi madre sea más chiquita, puede que le gane bebiendo cerveza y lo tumbe!! ;)