jueves, 3 de mayo de 2007

Salero andaluz

Desde tiempos inmemoriales, los hombres han luchado por el control de la sal. Antiguamente, la gente se mataba por la sal, igual que ahora hacen por el petróleo o por los zapatos en las rebajas. La historia está llena de ejemplos: La guerra de la sal de Perugia, que enfrentó a la ciudad italiana con las fuerzas del Papa Paolo III... Los ataques de los corsarios holandeses a la costa caribeña, para hacerse con la explotación de las salinas... La famosa marcha de la sal de Gandhi que desembocaría en la salida de los británicos de la India... Y las batallas de la sal, en mi casa, a la hora de comer.

El asunto comenzó hace muchos, muchos años. El viejo -y amado por todos- salero de cerámica se rompió. Entonces mi padre compró uno de esos botes de sal Ybarra, que sirven también como salero, para salir del paso. El triste salero cutre, que empezó siendo una solución provisional, acabó convirtiéndose en una entrañable pieza familiar. Le cogimos cariño con los años, sobre todo mi padre, que lo rellenaba cada dos meses con la ternura de quien le cambia los pañales a su retoño.

Pero claro, mi madre (que a veces tiene venadas al más puro estilo de Bree, en “Mujeres Desesperadas”) decidió un día que aquello ya había ido demasiado lejos. Hay que reconocer que el envase/salero de Ybarra, que no estaba preparado para soportar el paso de los años, había degenerado en una cosa desgastada y sucia (aunque más tarde mi padre demostraría que no se trataba de suciedad, sino de una inofensiva corrupción cromática del plástico).

Por eso mi madre decidió comprar un nuevo salero. Uno que fuera moderno, elegante y que hiciera juego con las cortinas. La batalla había comenzado.

Mi padre sostiene que el nuevo salero tienes los agujeros demasiado grandes, que no se puede controlar la sal que echa, y que no piensa usarlo jamás.

Mi madre sostiene que el viejo salero es horrible, que da asco y que preferiría cortarse las manos antes que tocarlo.

Las posiciones son irreconciliables. Ahora somos la única familia que pone todos los días dos saleros en la mesa (el viejo bien escondido detrás de la jarra del agua, para que no le amargue la comida a mi madre). Cada vez que tengo que aliñar la ensalada, la tensión crece. ¿Qué salero escojo? Elija el que elija, mi opción podría ser interpretada como un acto de traición y confabulación con el enemigo. Al final, prefiero dejar la comida sosa.

Los médicos aconsejan no poner el salero en la mesa, para evitar abusar de la sal. Yo creo que lo mejor es poner dos.

Por suerte, la batalla de la sal aún no ha trascendido a otros aspectos de la vida familiar. Mis padres se llevan muy bien, pero estoy preocupado: también los perugianos se llevaban bien con el papa Paolo III.


(Porcentaje de realidad: 92%)

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Recordé la casa de mi hermano, donde desde hace años utilizan un salero que es una desgracia, con los huecos inmensos por donde siempre caen los granos de arroz que colocan para deshumidificar la sal. Cada vez que lo usamos y comenzamos a sacar de la comida los granos de arroz, comienzan a decir que hay que cambiar el salero... pero nunca lo hacen.
Saludos, me encanta leerte.
K.-

New Newyorker dijo...

umm con esto de contar las intimidades familiares vendes eh... bueno, mientras no digas donde guardo los gallumbos.

Por cierto, yo prefiero el de Ybarra... por picar a mama mas que nada.

Anónimo dijo...

la verdad es que el de ybarra da cosita, y el otro está tan nuevo y es tan estiloso...
dios mío, me estoy convirtiendo en una madre!!! :S

(hmmm... ¿y en qué inconfesable lugar guardará los gallumbos el rubio de los pelos???? me tenéis en un sinvivir ;)))

Anónimo dijo...

No, no, así no. Tienes que poner también el artículo leido con esa bocecilla, que gusta más. Cuando una cosa funciona sigue usándola.

Anónimo dijo...

a mi lo de la voz no me gustó porque me dio miedo la voz en sí.
Y respecto a lo de la sal, se que las costumbres son dificiles de arraigar peeeeeero.....intentad quitarlos el hábito de tomar sal. Yo no le echo a nada sal.....(sal mala, sal mala!) y todo está igual de bueno.

el de Ybarra es feo, parece un bote de minilejía, el otro parece una sofisticada cosadeestaquesirveparaqueloshombresseechenlaespumaantesdeafeitarse.

Besos

D.Littlesand dijo...

El nuevo es demasiado nuevo, y demasiado fashion, y el viejo está un poco hecho polvo. Sugiero que compreis uno igual al antiguo, será todo igual pero sin que parezca que tiene lepra, y de paso picáis un poco más a vuestra madre. ;)

Unknown dijo...

jejeje, muy bueno! esperaba la foto al final del post, el bote "superfregado" de Ybarra que es uno mas de la familia,,con el punto cogido a lo justo de la sal que necesitais..jeje
Un saludo!

Anónimo dijo...

Podríais poner una alternativa con la que los hermanos estéis deacuerdo (un salero de los abiertos para coger pizcas de sal, por ejemplo)teniendo tres saleros en la mesa no correríais el riesgo de herir los sentimientos de nadie...y además os podríais inscribir en los records Guinness!
saluditos!

Waiting for Godot dijo...

Supongo que son felices si esto es un problema para vosotros. Un abrazo!!! :)

alberdigital dijo...

anónimo / K: (¿te gusta Kafka?) Me alegro de traerte buenos recuerdos. Creo que en la casa de tu hermano han tenido una buena idea: ¿por qué conformarse con echar sal, cuando también se pueden echar unos granos de nutritivo arroz? Quizá la solución no sea cambiar el salero, sino añadirle unas lentejas.

el rubio alto de los pelos: Hermano, no es ningún secreto: tú guardas los gallumbos POR TODAS PARTES.

pola: no te preocupes, ser madre es muy bonito, aunque es mejor cuando tienes hijos. (Para averiguar la localización de los gallumbos del rubio alto de los pelos remítase al párrafo anterior).

ozymandias: mmm... una crítica constructiva, ¡te odio! La verdad es que me gustaría poner la voz, pero me lleva mucho rato grabarlo (lo mío no es la interpretación), así que solo podré hacerlo de vez en cuando. Además, ¡hay opiniones encontradas! (Y si no, pregúntale a chú!)

chú: me estoy quitando de la sal, de verdad, yo controlo... solo una dosis más, la última, lo juro... Por cierto, perfecta tu descripción: ¡es un bote de minilejía! (Y yo que pensaba que ya no podía darme más asco ese chisme...)

d. littlesand: tío, así, como quien no quiere la cosa acabas de encontrar la solución perfecta. Me pondré ahora mismo a promover su puesta en marcha. Lo malo es que los agujeros son caseros. Habrá que asegurarse de que nos quedan igual que los antiguos.

el angel de las mil violetas: sí, ¡a que es muy fotogénico!

maya: una excelente solución, si no fuera por... ¡la espantosa dentera que me produce cuando alguien frota granos de sal, arena o cualquier cosa por el estilo! ¡No puedo tocar la sal directamente con los dedos, bajo pena de horribles escalofríos! Pero la idea de un tercer salero me gusta (aunque solo sea como protesta sutil)

waiting for godot: hombre, el verdadero problema será cuando nos pegue a todos un ataque cardiaco por tanta sal y tanta tensión arterial, pero hasta entonces... ¡con algo hay que entretenerse! ;)