miércoles, 18 de julio de 2007

La Tarantela

Parece ser que la fiebre ya se ha solucionado, aunque me temo que no puedo agradecérselo a los médicos. Supongo que hay que ir a verlos, por si acaso, pero la verdad es que la mitad de las veces, o no saben lo que tenemos, o no saben como se cura. ¿Sabíais que, por ejemplo, algo tan insignificante como las llagas de la boca no tiene tratamiento?

De todas formas, fui a mirarme lo de la fiebre. Lulú me insistió, porque había ciertos factores preocupantes. El día anterior al comienzo de los síntomas, habíamos regresado de un viajecito a un camping de Cádiz (para celebrar el final de los exámenes), en el que se habían producido dos situaciones potencialmente mortales:

En primer lugar, habíamos bebido agua en una fuente de Ronda -que más bien parecía un abrevadero-, en la que no sabíamos si el agua era potable. Es una práctica nada recomendable, pero no habíamos podido contenernos: El calor era tan agobiante que hasta las cigarras sonaban como si tuvieran la garganta reseca… ¡y aquel chorrillo salía tan fresquito y retozón! La única precaución que tomé fue acercarme a unos abuelos que había allí al lado y preguntarles si se podía beber.

-¿Ein? ¡hi aro! -contestó uno de ellos, que, en el idioma local, significa: “¿Perdón, cómo dice? Ah, desde luego, el agua es potable”.

Cuando ya habíamos sumergido todas las partes sumergibles de nuestros respectivos cuerpos, y habíamos bebido suficiente agua como para rellenar el aljibe de mi casa, nos dimos cuenta de que los dos viejecitos estaban muy sonrientes. Al pasar delante de ellos para marcharnos, uno exclamó:

-¡Está fresquita, eh! ¡Es que es una alegría!

En ese momento me acordé del extraño sentido del humor que gusta en los ambientes rurales españoles, y que Gila retrataba tan bien cuando decía: “sí que le matamos un hijo pero, ¡si no sabe aguantar una broma que se vaya del pueblo!”. Mis dudas sobre la potabilidad del agua se volvieron mucho más inquietantes.

Este hecho ya era digno de preocupación por sí solo, pero no era el único. No podemos olvidarnos de… LA CRIATURA.

Al levantarme a la mañana siguiente en la tienda de campaña, después de mis estiramientos y bostezos de rigor, me volví para saludar a Lulú.

-¡Sal de la tienda! -gritó ella.

Ya sé que mi aliento mañanero no es agua de rosas, pero aquello me pareció un poco excesivo.

-Pero…

-¡Tienes una araña en la camiseta! ¡Corre, sal, sal de la tienda! ¡No, no, no te toques! ¡Sal de la tienda, sal de la tienda! ¡Que SALGAS DE LA TIENDAAAAA!

Supongo que yo todavía estaba dormido porque, por más que me miraba, no veía a la araña por ningún lado. “¡Mujeres!” pensé, “¡cómo se pone por una arañita de nada!”

Así que abrí lentamente la cremallera, saqué una pierna de la tienda, luego la otra, esperé a que terminaran de crujirme todas las vértebras… si alguien ha descubierto la forma fácil de salir de una tienda de campaña, que me la explique.

-¡Pero sal de una vez, que se va a meter en los sacos! -insistía Lulú

-Ay, no te pongas así -dije-, que solo es una araña, que no me va a co… co… ¡Joder!

En ese instante descubrí a la criatura. Pero ya no estaba en mi camiseta, sino que se había mudado un poco más abajo. No le deseo a nadie la sensación de levantarte por la mañana y encontrarte una tarántula en los testículos. Por suerte, allí estaba la heroica Lulú para salvar mi entrepierna, armada con una chancla y sin miedo a utilizarla. Tomó carrerilla y lanzó una estocada fabulosa: potente, rápida y mortal. ¡Y casi le da a la araña! Casi… Pero no os preocupéis, al cuarto intento acertó (reconozco que hubo unos segundos en los que pensé en darle otra chancla a la araña para que intentara quitarme a Lulú de encima)

Finalmente conseguimos capturar a la Criatura en un tarro de salsa bolgnesa, y nos convertimos en un espectáculo ambulante, enseñando nuestra presa a todo el mundo por el camping (si nosotros no íbamos a dormir esa noche, los demás tampoco). He aquí un retrato del animalito. Os prometo que no es de goma:


A mí jamás se me habría pasado por la cabeza que una picadura de este bicho pudiera enfermarme. Yo creía que, en todo caso, me proporcionaría superpoderes arácnidos en los genitales, pero Lulú pensó que podía estar relacionado con la fiebre.

Sometido a tantos y tan graves factores de riesgo, y teniendo en cuenta que mi estado febril no estaba acompañado de dolor de garganta ni de ningún otro síntoma tranquilizador, Lulú me convenció para someterme a un examen médico. Lo que yo no me esperaba era que a mi médico se le fuera a ir tanto la pelota (seguramente debido a un excesivo consumo de capítulos de House). Al final iba a resultar que, en lugar de convertirme en el hombre araña, me iba a convertir en el hombre cobaya.

(continuará...)

(Porcentaje de realidad: 94%)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

En que clase de camping te metes tu para encontrarte un bicho así? Bueno, espero que estés mejor, a ver si reptimos esta año lo de la feria de Málaga del año pasado vale?
Nos vemos

Anónimo dijo...

Hola, estoy en shock viendo la pequeña tarántula... es posible que hoy sueñe con varias de ellas. Pobre, mira que ver algo así encima de uno, no está nada fácil.
K.-

Anónimo dijo...

Oh-dios-mio
...
creo que yo tendría pesadillas con ese monstruo el resto de mi vida!!

¿Qué hicisteis con ella? ¿La liberasteis después? ¿Le pusisteis nombre o algo?

Anónimo dijo...

Es horrible. Es mi peor pesadilla. Me pasa y me muero en el acto.

Unknown dijo...

eso no es una araña, eso parece una tarantula o algo asi, ami me dan de todo...ufff que asco!

Waiting for Godot dijo...

La araña es espantosa, me habría muerto si algo así se posa en mi pecho, pero muerto muerto :(